Todo comenzó con una fotografía de mi abuela Margret cuando era joven. Señalaba el colgante diciendo que le tenía mucho aprecio, pero que con el tiempo lo perdió y ya solo le quedaba esa vieja imagen de él. Su hija Johanna me encargó reconstruirlo para que Margret, ya en la última etapa de su vida, pueda volver a disfrutar de esta joya que hace honor a su nombre.
A partir de la foto borrosa y en blanco y negro, creé este nuevo colgante fiel al original, aunque con un toque orgánico, que a mi modo de ver, le da un nuevo sentido vinculado a la vulnerabilidad de la vida.
Qué bueno Amaya! Buen trabajo!!
¡Gracias Marta! 🙂